Lo bueno de volver a ser alumna es reencontrarme con estas
ganas y esta excitación que toda la vida me generó aprender algo nuevo de la
mano de alguien que no sólo sabe muchísimo más que yo, sino que tiene
entusiasmo y ganas de trasmitir lo que sabe.
Eso me hizo pensar en los profes y maestros que tuve a lo
largo de mi vida como alumna desde la primaria (no, no fui al jardín de
infantes), pasando por la secundaria, mi breve paso por la universidad, las dos
carreras del terciario, los cursos y talleres y seminarios y conferencias y el
inmenso etcétera en el que me encontré en situación de aprender y ser enseñada.
De todos ellos sólo un puñado permanece grabado en el pedazo
ese de memoria donde guardamos a las personas que fueron importantes y que
marcaron una diferencia en nuestra vida. Y analizando a los integrantes de ese
puñado veo que todos tienen características comunes:
1-
Un
entusiasmo genuino por su trabajo, hacen lo que les gusta y les gusta
mucho. En Tandil, mientras estudiaba
magisterio, tuve una profesora que nos dio durante un año historia argentina. A
mí la historia honestamente nifú-nifá pero esta mujer tenía una forma de
contar, de explicar, de decir que hacía que uno quedara totalmente atrapado y
que siempre quisiera saber más. Estoy hablando de mediados de los 90, la época
pre-Pigna y cuando el revisionismo histórico apenas estaba empezando, pero esta
profe daba unas clases divertidísimas donde nos contaba chismes de los
próceres, nos describía cómo se bañaban, peinaban, y maquillaban las damas, nos
mostró el retrato de Manuelita Rosas y con eso nos explicó cantidad de cosas de
la vida en sociedad y de las relaciones internacionales durante el período
rosista. Cómo sería la pasión que transmitía que tiempo después de haber
terminado seguíamos yendo a la casa a pedirle libros y a que nos siguiera
explicando sólo por el gusto de sentarnos a tomar el té con ella. Y cada vez
que voy a Buenos Aires al menos una hora tengo que pasar por el cementerio de
la Recoleta para seguir paseando por las callecitas internas acompañada por su
relato.
2-
Optimismo, alegría y esperanza en el futuro. Es
prácticamente imposible comprometerse con la tarea docente si no tenés un
mínimo de fe en que a través de la educación se puede mejorar la situación en
la que estamos viviendo. Y no sólo por el pensamiento de principios del siglo
XX en que se tomaba a la educación como medio de movilidad social, sino porque en
la convivencia diaria en el aula se deben poner en funcionamiento valores que
hacen a que seamos mejores humanos. Un profe nos contaba sus anécdotas de
estudiante terrible y nos hacía reír constantemente en sus clases con chistes
pedagógicos y autocríticos que siempre remataba con una frase: “si yo pude
crecer y mejorar, cómo no van a poder crecer y mejorar ustedes y cómo ustedes
no van poder ayudar a crecer y mejorar a sus alumnos”. Capo total.
3-
Amabilidad y generosidad. He tenido profes que
son absolutos genios. Pero ojo, no genios de decir “ah, que genial tu clase”
sino genios de cráneos totales que tienen hechas publicaciones grosas; me
acuerdo de tres en particular: dos que tienen publicados libros de pedagogía y
didáctica de ciencias y uno con papers zarpados de química. Y si algo tenían
estos genios era que siempre fueron abiertos y desprendidos con sus conocimientos
y con sus recursos, jamás fueron mezquinos ni egoístas ni soberbios ni
agrandados. De una de ellas me acuerdo que nos había dado un trabajo para hacer
que necesitaba de bibliografía específica que no se conseguía en cualquier
librería o biblioteca, cuando le contamos que no encontrábamos los textos
necesarios en ningún lado dijo “no hay problema, mañana les traigo”. Al otro
día trajo cinco cajas grandes rebalsando
de libros y dijo: “agarren lo que necesiten y llévenselo hasta que terminen el
trabajo”. Generosidad exponencial infinito.
4-
Capacidad de percibir las necesidades ajenas y actuar
en consecuencia. Yo empecé la escuela en 1975, en ese año habían cambiado
alguna ley de educación por la cual 1°, 2° y 3° grado se hacían como una única
etapa con la misma maestra, en nuestro caso salimos bendecidos con la
fantabulosa, energética y dulce Seño Susana. En esa época no existían aulas
integradas ni ninguna corriente pedagógica que propusiera que los chicos con
dificultades severas podían mejorar a través de la convivencia con los alumnos
con un ritmo de aprendizaje adecuado a su edad cronológica. En aquella época al
primer síntoma de *retraso* se hacían un par de test y se los mandaba a las
escuelas de chicos especiales. En nuestro aula estaban Alberto y Stella que no
avanzaban al mismo ritmo con las letras y los rulos como nosotros, pero la Seño
Susana no pensaba dar el brazo a torcer para derivarlos a una escuela especial.
Les buscó tareas, les armó actividades
individuales para cada uno, les consiguió unos libros distintos de los nuestros
y logró que ellos aprendieran lo mismo que nosotros pero sin tratar de
cambiarles el ritmo y sin tratarlos diferente que al resto de sus alumnos. La
Seño Susana interpretó cuáles eran las necesidades de estos chicos y buscó la
manera de cubrirlas. Lo genial fue que en el proceso nos enseñó tolerancia, nos
enseñó que todos tenemos talentos ocultos y nos enseñó que aunque todos somos
distintos podemos convivir y beneficiarnos mutuamente. En 2°grado recuerdo muy bien
que nosotros ya estábamos por las restas y ellos recién estaban empezando con
las sumas y todos en el aula nos peleábamos por sentarnos con Stella porque nos
gustaba ayudarla en matemática y Alberto nos hacía muchos de los dibujos de las
carátulas del mes porque dibujaba hermoso. Cuando llegamos al final de 3°grado,
todos hacíamos las mismas tareas y si bien a ellos les costaba un poco más,
todos pasamos juntos a 4° y juntos seguimos casi toda la primaria. Stella
repitió 6°grado porque le costaba mucho matemática y Alberto cuando terminó 7°
se fue a una escuela técnica (ahora es un mecánico de lujo).
Cuánto de nuestra vida diaria
sigue regida por esos valores que aprendimos en las cuatro horas diarias de
convivencia en la escuela. Cuánto más aprendimos dentro del aula aparte de
letras y números. Cuánto de todo eso hay que agradecer a que en nuestro paso
por la escuela tuvimos profesores y maestros inspiradores.