En
general soy una mina que se hace cargo de sus quilombos y trata de
solucionarlos haciéndose responsable, básicamente porque creo firmemente que en
la vida uno tiene que reconocer sus equivocaciones como primer paso antes de
lograr un cambio sustancial que permita no volver a tropezar.
Sin embargo hay que tener la coartada perfecta en caso de crimen
y creo que con apenas dos excusas básicas para salir medianamente airosos de
cualquier situación. Esas escapatorias serían:
- Cuando yo llegué ya estaba así
- A mí nadie me avisó
Como en todo lugar de trabajo, la escuela es un hervidero de
relaciones humanas y de pequeños juegos de poder. En algunas escuelas se
percibe apenas uno pasa por la puerta un clima agradable, cordial, de buena
onda y predisposición, donde cada uno tiene su rol y lo acepta y lo cumple lo
mejor posible. En otras la sensación es prácticamente la opuesta, hay tensión,
se escuchan conversaciones murmuradas que se silencian apenas aparecen un
tercero en discordia al que no se considera digno de confianza, hay luchas no
declaradas por ver quién detenta el poder real más allá del poder administrativo,
se descuida el propio rol por intentar probar que se cumple mejor el rol del
otro.
Pero de todas las posibles escuelas en donde se podría
trabajar, la peor sería esa donde la mayor parte de sus integrantes y hasta
algunos directivos sean fieles seguidores del mantra “si no me entero, no
existe y si no existe no es un problema”.
Esas escuelas se perciben como acéfalas a pesar de contar con un plantel
directivo completo; se sienten desorganizadas, como si funcionaran a fuerza de
la inercia residual de años de una conducción prolija y ordenada; se lee en el
ambiente que cada uno cumple su rol con un mínimo de energía y sin fijarse
demasiado si sus acciones afectan o no al otro.
Lo malo de este último tipo de escuelas es que poco a poco y
sin que vos te des cuenta van vampireando tu voluntad y te dejan sin ganas de
luchar. Combatir esa sensación y tratar de mantenerte fiel a tus principios es
desgastante pero es la única manera de convertir una escuela apática en una
escuela realmente transformadora.
Adiviná en qué escuela trabajo yo?
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