Me preguntaste “¿cómo estás?” Yo
*estoy*. Ni bien ni mal ni masomenos ni
menosmas. *Estoy*.
Ni siquiera se cómo explicarlo.
Trato de ordenar mis ideas y de encontrar palabras para explicar esta sensación
indefinida, este limbo en el que me parece que estoy sumergida y no puedo poner
dos letras seguidas que expresen lo que pasa por mi cabeza y por mi corazón.
Intento ponerme del lado de
afuera y estudiar el panorama buscando algún indicio y sólo veo tranquilidad
(demasiada), desgano (demasiado), apatía (demasiada), aburrimiento (demasiado),
cansancio (demasiado), ausencia (demasiada) y disgusto (un poco). Cualquiera
que me vea no va a notar nada arrugado o molesto, sólo un poco vacío.
Todos alguna vez hemos dejado que
la cabeza vuele lejos mientras dejamos el cuerpo abandonado acá hasta que
alguien viene y nos agarra de nuestro hilo barrilete nos trae de vuelta a la realidad. Yo siento
que me fui lejos y que ya no encuentro el camino de vuelta. Veo gestos
alrededor mío y siento como amortiguadas por una almohada las palabras cercanas
que intuyo tratan de devolverme a mí misma, pero es mucho más cómodo quedarme
acá.
Y no me preguntés dónde es *acá*
porque no tengo ni idea. *Acá* es un lugar silencioso, con poca luz, que hace
que duerma mucho aún cuando no tengo sueño. *Acá* es saber que mientras no me
mueva mucho puedo ser funcional y pasar desapercibida bajo el radar escrutador
que todo lo califica y lo denigra. *Acá* es un mar tranquilo de agua tibia en
la que floto con los ojos cerrados dejándome arrastrar. *Acá* es sonreír a
veces viendo que la vida que colaboré a crear es autónoma y fuerte. *Acá* es
una cama grande que siempre está mullida y un televisor que siempre pasa series
nuevas. *Acá* es jugar absurdas travesías en una pantalla llena de colores mientras
me diluyo en gris. *Acá* es cualquier actividad que me permita poner el cerebro
en pausa y aturdirme hasta que sea imposible mantenerse despierto.
*Acá* es cómodo porque es una
realidad (un sitio?) que no necesita demasiado gasto de energía para mantenerse.
Soy un ente que sigue corrigiendo tareas, sigue cocinando, sigue limpiando,
sigue preocupándose por el bienestar ajeno, sigue escuchando, sigue siendo
madre, hija, esposa, amiga, compañera de trabajo, y cuanto rol me toque ocupar.
Y aunque todo está navegando sin demasiadas tormentas, se siente raro, se
percibe que bajo esa superficie serena hay algo oscuro que crece.
Vivir así es igual a tener un
dolor crónico, molesta y resulta incómodo pero se soporta y entonces uno sigue
quemando oxígeno y haciendo de cuenta que vive cuando en realidad sólo subsiste
sin sentido aparente y sin objetivo visible más que permanecer sin que nadie
moleste dentro de la burbuja calentita que está mullida y cómoda. Aprendes a
convivir con una piedrita en el zapato, sabés que con sólo agacharte y
desatarte los cordones podés arreglarlo, pero es más simple seguir caminando.
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