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La superficialidad tiene muchas ventajas.
Te permite estar a ras de todo sin que nada entre demasiado profundo. Ni los halagos que envanecen ni los insultos que degradan. La suciedad no se adhiere más que la exterior y es fácil de eliminar.
Raíces que se nutren de lo que encuentran en la superficie, que no se atan a nada concreto y sólido, que al primer ramalazo de viento fuerte y al primer indicio de tormenta se desprende y vuela hasta encontrar un nuevo terreno que le permita seguir sobreviviendo.
La superficialidad es sana.