sábado, 17 de octubre de 2009

qué viaje!

No importa cuántas veces les expliques a los padres que no le pongan golosinas a sus hijos en las mochilas cuando tienen que hacer un viaje largo. Es que claro, como ellos no tiene que soportar un viaje desde Punta Alta a Capital con un grupo de 47 chicos de entre 7 y 9 años...

Es así que en los primeros diez minutos parecen kioskeros sacando caramelos, confites, rocklets, chupetines, obleas, chocolatines, alfajores, gomitas y cualquier otro paquete colorido y azucarado que se te pueda ocurrir. Después de eso gritan, corren por el pasillo, se cambian dieciochomil veces de asiento, pelean, todos absolutamente todos quieren entrar al baño del colectivo y todos absolutamente todos salen diciendo "ugh, qué olor a pedo hay ahí adentro".

Yo a las 02:30 hs todavía estaba desvelada, sintiendo las risas y las conversaciones deliradas que provocan el sopor que suele seguir al rush de azúcar. Entonces hice lo mejor que podría haber hecho: saqué mi libreta y mi birome y traté de anotar a toda velocidad (a oscuras) todo lo que escuchaba, mientras para mis adrentros me moría de risa masticando el último confite sugus que me quedaba en el bolsillo.

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