Hubo una noche de hace quichicientos años (yo tenía cuatro), en que mi vieja juntó todo y estuvo a punto de irse a casa de mi abuela.
Y me acuerdo de mi papá llorando y pidiendo a mi mamá que se quede.
Y me acuerdo de mi propia personita a upa de mi mamá, llorando agarrada a mi mochilita donde tenía un pijama y un oso rojo.
Y me acuerdo de la sensación de impotencia y de la desilusión que me llevé cuando mi mamá me dijo: "andá a acostarte, nos quedamos".
Hubo una noche de hace quichicientos años (yo tenía cuatro), en que aprendí que a veces los adultos no se dan cuenta de qué es lo mejor para sus hijos.
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