miércoles, 12 de marzo de 2008

preparto

divagando de un tema a otro por alguna misteriosa razón llegamos a nuestras épocas de embarazadas y a los cursos pre-parto que habíamos hecho.

mi partera en tandil fue susana cuccaro, aunque al viejo julio del castillo (mi ginecólogo, 72 juveniles años hace 11, cuando nació mi hija mayor) no le gustaba nadanadanada su onda. es que susana era muy, muy... cómo decirlo, muy hippie, muy volada, muy new-age.
con ella y su voz de tanguera con tres ginebras de más, hacíamos ejercicios de respiración y visualizaciones muy copadas. ponía música tranqui y hacíamos yoga. traía pediatras y neonatólogos para que nos dieran charlas. nos explicaba con láminas y con muñequitos. nos pasaba videos de "ex-alumnas" durante el parto para sacarnos de la cabeza esa imagen telenovelesca de una luisa kulliok pariendo un elefante a puro gritos. hablaba con tanta pasión sobre la lactancia que uno no podía hacer otra cosa que pensar que darle la teta a los hijos es una maravilla (y lo es, gracias por enseñarme eso).
su imagen favorita para explicarnos una contracción era la de una ola creciendo, avanzando, formando un volado de espuma y cayendo lenta y pesada hasta deshacerse en rulitos blancos a nuestros pies. todavía me acuerdo cuando llevó un cassete (sí, cassete) con una grabación del mar con el que nos hizo hacer toda una rutina de respiraciones profundas y de jadeos y de pujos.

Ailén nació por cesárea. 41 semanas de gestación, nunca se encajó, inducción y trabajo de parto forzado por 12 horas y la seguridad de que el cuello de útero nunca iba a desaparecer por sí solo hicieron que don julio apareciera todo vestidito con su ambo blanco y dijera muy serio (tan serio que no pude ni discutir) "basta, ya esperamos demasiado, esa criatura TIENE que nacer YA".
a mí las lágrimas se me caían gordas y calientes de la frustración. pero vino susana, tan buena y tan dulce y me consoló diciendo tantas y tantas cosas que terminé subiendo al quirófano casi con una sonrisa. y al quirófano entré con ella, que me sostuvo el camisón mientras me ponían la peridural y me palmeaba el hombro diciéndome cosas dulces mientras me peleaba con el anestesista (esa es toda otra historia). y ella fue la que salió muy contenta para decirle a todos que había sido una nena divina y hermosa y que era igualita a la mamá. y ella vino todos los días siguientes a ver si tomaba bien la teta y a avisarme que me iba a pelear con todo el mundo por la depre post-parto y a traerme crema de caléndula para sanar las grietas.

susana, no sabés lo importante que fuiste en mi vida y en la vida de mi hija. todo lo que aprendí con vos lo aprendí de la mejor manera posible, desde el amor y el cariño y la ternura.
gracias

1 comentario:

Azul... dijo...

Me parecía leer el nacimiento de mi primera hija, solo que yo no tuve a una maravillosa Susana a mi lado... pero me peleé con el anestesista, sí señor! :D

Un besito