Evidentemente la tormenta apareció y arrasó con muchas cosas, entre ellas mi ánimo de trasladar sentimientos, experiencias y momentos a alguna forma de expresión saludable.
Muchas cosas pasaron desde el 2 de noviembre del 2010. Y en muchas oportunidades intenté seguir escribiendo como una manera de exorcisar esta mugre que todo contamina y de limpiar estos demonios que se arrastran pegados a mi columna vertebral. Durante todo este tiempo mis letras apuntaban hacia afuera, acusando y señalando. De hecho, uno de los pocos borradores que sobrevivieron a esa época dice textual:
me robaste la juventud el amor la sonrisa y la esperanza, me robaste la paciencia y la tolerancia, me robaste la confianza y aún así no entendés (no entiendo) por qué sigo aquí.
Pero ahora bien plantada en este 2012 y en este día extra que febrero nos regala cada cuatro años puedo afirmar que nada ocurre sin mi permiso y sin mi anuencia. Y aunque suene muy Bucay, muy Stamateas y muy gurú Pitka, a partir de hoy voy a hacerme conciente y responsable de mis decisiones y me paro arriba de esta silla (con cuidado porque es de esas sillas de oficina giratorias) para levantar el dedo índice de las dos manos y afirmar que VOY A SOBREVIVIR.
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