martes, 29 de marzo de 2005

rara

A T., la mamá de J. (mi mejor amiga y madrina de mis hijos) la operaban de urgencia el viernes a la noche. Una amputación de miembro inferiror izquierdo por encima de la rótula por una infección severa con Clostridium sp. (le cortaban la pierna por encima de la rodilla porque estaba gangrenada)
Estábamos en la sala de espera del centro quirúrgico con J., eran cerca de las 23:00h y todavía faltaba una hora larga de operación. Los únicos baños públicos que quedan abiertos por la noche son los de la guardia médica, a un piso más abajo y 200 metros de pasillo de distancia. Bajé porque ya no aguantaba.
Cuando vuelvo, más aliviada, le erro a la primera escalera y sigo por el pasillo. Paso frente al oratorio. Es un cuartito armado en el bajo de una escalera, con algunas imagenes, un altar chiquito y un par de bancos. Está vacío. Entro, ni sé bien por qué y me paro ahí. Dentro mío digo: "No te pido ni que se quede ni que se vaya, la decisión te la dejo a Vos. Pero que sea lo mejor para J." Ya me estaba por ir cuando algo estornudó abajo del altar. Me agacho y hay un pichicho peloduro todo pulguiento. Mueve la cola y me mira con unos ojitos que... uf, ya pasó más de una semana y todavía no encuentro cómo explicarlo.
T. salió de la cirugía viva. Volvió a la UTI y nosotras nos fuimos casa. Cenamos una empanadas y cuando nos fuimos adormir eran cerca de las 2 de la madrugada. Yo tenía frío y estaba cansada. Me dormí con esos sueños profundos y lentos, donde no aparece ninguna imagen y ningún sonido.
Me desperté de un salto. Como si alguien me hubiera llamado. Pero nada, silencio. Me asomé sobre Silvio y miré en el reloj la hora: 5:35 AM. Me acomodé para seguir durmiendo y ya estaba cayendo en el sueñito cuando sonó el teléfono. Eran las 5:50 y de la UTI nos pedían que fueramos urgente.
La camioneta volaba pero igual el viaje fue eterno y silencioso. Llegamos y corrimos por los pasillos y las escaleras.
T. había muerto. No resistió el srtess post-operatorio.
Salimos de la UTI arrastrando nuestro dolor y desayunando lágrimas. Bajamos a la guardia para empezar con el papeleo.
Mientras J. estaba firmando no sé qué, yo salí afuera a tomar aire. Me senté de cara al sol que hacía nacer un nuevo día y entonces siento un estornudo. Me asomo debajo de mi banco y ahí estaba: el mismo pichicho peloduro todo pulguiento del oratorio. Me movía la cola y me miraba con esos mismos ojitos que ... Estornuda de nuevo y siento la voz de J. que me llama.
Caminamos despacio, vamos a buscar un teléfono. Le pregunto la hora del fallecimiento y me dice: 5:35 AM. Me doy vuelta y busco al pichicho peloduro todo pulguiento, pero ya no estaba.

Desde hace más de una semana que no puedo dejar de pensar. Casualidades. Causalidades. Sincronía.
Me siento rara. Muy.

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