Como es sabido a mí la guerra me pasó el dedo mojado por la frente y me dejó marcada.
Y pensé y pensé qué comentar.
Pero como no me salió nada, abrí la ventana del mail y le mandé esto:
Hola Mari
Mucho gusto, me llamo Mariana y hace ya unos meses que vengo leyendo en silencio tu blog. Llegue por casualidad, saltando desde vaya uno a saber qué link. Y me gusta cada tanto seguir pasando para ver, de puro lectora que soy. Y aclaro lo de lectora porque comentar no es mi fuerte.
Sin embargo, hoy este post me rozó muymuy de cerquita. Pero no daba como para poner un comentario y chau. No, es que sabés? un comentario a lo mejor podría malinterpretarse y no es eso lo que quiero.
Más allá del contenido del post, al cual adhiero en casi un 70%, fue su título lo que me dio escozor y me molestó? dolió? enojó? entristeció? incomodó? sofocó? mortificó?
Ufa! busco y busco y busco y no encuentro la palabra justa que defina este huesito que se me atravesó en la garganta y que me impide respirar del todo bien; no se con qué palabra identificar esta sensación de tener el estómago pegado a las vertebras o este huracán de ideas que van, de imagenes que vienen y de recuerdos que chocan.
Mi viejo estuvo en Malvinas, pero es muy largo de contarlo aquí por mail, así que prefiero remitirte a un post (sí, yo también escribo un blog aunque ahora no lo tengo tan actualizado como solía) qué escribí hace tiempo: 2 de abril de 1982
Vos andá y lee, que yo te espero.
Si ya leiste, entonces podrías también leer este otro: diarios viejos
Dale, dale, total tengo tiempo....
lalala lala la
Ya está?
Bueno, entonces sigo.
Primero, la peli la ví. Como tantas otras pelis y cortos que rozan aunque sea el tema Malvinas. Y como tantos y tantos libros que leí; y como tantas y tantas historias que escuche de boca de mi papá y de amigos de mi papá. Sabés? Tengo el don de la invisibilidad cuando hace falta. Puedo quedarme tan atenta y tan silenciosa que la gente a veces se olvida que estoy y abre el alma de una manera casi impúdica. Y yo que no pude nunca evitar ser curiosa me asomé a abismos de infierno y a fogatas de abrigo en los recuerdos que tanto mi papá como otros tantos veteranos desgranaban en madrugadas de dados, café y cognagc en la cocina de mi casa.
Y estoy completamente de acuerdo con vos, las guerras son imbéciles, no hay causas que justifiquen cualquier cosa de esas. Y a mí me pone de punta los pelos no sólo lo de los dieciochoañeros que pasaron por ese horror injustificado, sino de todas las pesonas que sufrieron eso.
Porque a veces cuando se habla de Malvinas se piensa solamente en los colimbas. Muchos justifican eso diciendo, bueno los militares de carrera trabajan de eso y es para lo que se formaron. Es cierto. Es parte de una discusión con mi viejo que duró cerca de diez años. Pero una cosa es prepararse para defender a la Patria así, en abstracto y otra diferente es tener que poner el cuerpo al frío, al hambre, al miedo, a la locura y a la parca. Para eso, aunque seas hiperprofesional nadie te prepara. Y tampoco nadie prepara a tu familia. A mi vieja y a mí nadie nos preparó para aguantar madrugadas enteras tratando de sintonizar Radio Colonia, o para hacer cadenas y cadenas de rosarios pidiendo, rogando, llorando, prometiendo lo que sea para que papá vuelva entero.
Y tampoco nos preparó para lo que venía después.
Porque la guerra, mi querida Mari no terminó el 14 de junio. Porque mi viejo no volvió el 15. Volvió mucho más tarde, cuando se vino el último soldado de Malvinas. Porque todavía hoy se le inundan los ojos cuando cuenta que los hicieron entrar al puerto de madrugada, cuando habla de la indiferencia y del silencio que siguió a su vuelta.
Y aunque estoy totalmente de acuerdo en eso de que las Malvinas, más que Malvinas son Falklands, no puedo aceptar eso de "cortémosla con Malvinas". Por una cuestión bien simple. El dolor de Malvinas es como una cicatriz vieja, que cuando hay mucha humedad te molesta, que la mayor parte del tiempo te olvidas que stá pero que un día te encontrás recorriendo con el dedo recordando el dolor que te causó en ese momento. Y aunque el dolor se diluya con el tiempo no desaparece. Permanece intacto en tu memoria. Tu cuerpo y tu mente se acostumbra a vivir con ese dolor (en el mejor de los casos, en el peor puede ser que terminés con un tiro en el pecho como el mejor amigo de mi viejo, un tipo buenísimo al que siempre llamé tío Carlos).
Uf, no sabés lo que me cuesta seguir moviendo los dedos en las teclas.
Ya no lloro. Hace años que ya no lloro por este tema. Pero igual se me sigue anudando el corazón en la garganta.
Ni se si me vas a entender una pizca de toda esta explicación.
Lo único que se es que tenía que escribirlo, tenía que decirte, tenía que mostrarte que esa guerra para mí y para mucha gente, no duro 45 días.
Para mí esa guerra empezó el 2 de abril de 1982, pero todavía sigue.
Porque no se puede ni se debe olvidar.
Y porque el recuerdo todavía duele.
Y aunque la vida ES hermosa y aunque los fantasmas se hayan alejado lo suficiente como para dejar dormir sereno y sin pesadillas a mi viejo, no se puede simplemente "cortarla con Malvinas".
Creeme.
Mirá que en mi familia hace años que buscamos la tijera para cortarla.
Pero encontramos que es mejor seguir sin olvidar, adaptarnos a este dolor y convivir con él. Como quien se adapta a tener una mano menos, o a la muerte de un familiar muymuy cercano y muymuy querido...
Disfrutar de la belleza de la vida, sí, pero sin "cortarla con Malvinas" Sin renegar de ese pasado que nos tocó. Abrazar las posibilidades y reir, pero darse perniso para aflojar este nudo que se nos hace con el tema, aunque sea con un mail a una desconocida.
Si llegaste a leer hasta acá, te agradezco la paciencia.
Muchos besos de una lectora cuasi fiel (porque no paso todos los días, sino cuando me acuerdo)
MARxxIANA
Ahora ella tuvo la delicadeza de contestarme, via mail y vía post.
Y le agradezco la paciencia.
Y le digo que no se torture más.
Para mí fue abrir un cachito el impermeable y sacar a ventilar los demonios.
Para que no tengan olor mohoso.
Para que respiren aire fresco.
Y para que se entienda un poco más a los que nos tocó vivir la guerra.
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