Lo mejor de ratearse o fatearse de la escuela era poder vivir la ciudad a una hora en la que no estabas acostumbrado. Darte cuenta que mientras vos estabas encerrado en la escuela viendo siempre las mismas caras y con una rutina llena de esquemas, afuera la gente caminaba, se sentaba en un bar a conversar, llevaba y traía compras. Tenía una vida.
Ahora a mi edad, ya no es tan divertido ratearse.
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