Los monstruos no nacen, se hacen.
Frankestein no era un monstruo por definición, era un monstruo a los ojos de los demás. Esa mirada cruel lo transformó finalmente en aquello que tanto temían. Pero él no era así intrínsecamente. El medio lo empujó a ese rol y a él no le quedó otro camino que convertirse en un monstruo hecho y torcido.
Porque nadie nunca nació monstruo, el tiempo y las circunstancias lo hicieron.
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