Al final me volví antes de lo que pensaba, una pena porque la semana pintaba para estar hermosa. Y una pena porque también estaba la posibilidad de que un día se aparecieran de visita Guada y Martín que andan veraneando en el camping Americano. Pero TENÍA que volver, por razones de altas temperaturas, fisiológicas y anímicas.
Lihuel está con fiebre alta desde el sábado. Nada de vómitos, nada de diarrea, nada de catarro, nada de nada; solamente unos mocos y la fiebre que no afloja. El pediatra de Monte dijo que con un poco de ibuprofeno alcanzaba, que seguramente era algo "virósico". El gordo por supuesto siguió tooooodo el domingo con fiebre alta, hecho un flancito sin ganas de nada, comiendo livianito como un pajarito y dándose duchas refrescantes cada dos horas.
Yo me quedé con él mientras todos se iban a la playa (que no tenía ni una agua viva), porque la pobre de Ailén no tiene la culpa de que el hermano se enferme. Entonces Silvio y mi viejo se llevaron a la nena a la playa a jugar, mientras mi vieja y yo nos quedamos en el depto con Lihuel y con su fiebre. Y con mi bronca.
Me lleno de bronca cada vez que a alguno de los chicos les pasa algo. Porque no me gusta cuando los chicos se enferman, aunque sean pavadas como un resfrío o un catarro o lo que sea. Y pienso, hay chicos que son así tranquilos todo el tiempo; los míos no, los míos son una tromba marina en todo momento y en cuanto se quedan quietos más de veinte minutos seguidos es por una de tres razones: (a).- están desarmando algún juguete con un destornillador que le sacaron al padre; (b).- están dormidos de cansancio (tienen la capacidad de pasar de despiertos a dormidos en un tris sin que te des ni cuenta); (c).- la razón más temible de su quietud: están enfermos. Y eso me da muchísimo enojo. Y ese enojo lo mastico y lo maso dentro mío, y mientras le paso la mano por la frente caliente trato de absorber parte de esa energía calórica, para refrescarlo, para que ESO contra lo que su cuerpito está luchando se pase al mío; y vení metete con alguien de tu tamaño, virus cagón del diablo, a ver si conmigo sos tan machito como con el enano. Pero no, el bicho de mierrrrda ese se va a quedar con Lihuel seguramente por un par de días a veranear.
Encima del veneno y la impotencia que generalmente me acompañan cuando los chicos están enfermos, me tuve que bancar un comentario mordaz de mi señora madre que cuando quiere puede hacerte mierda y tirarte toda la poca autoestima que llevas acumulada en dosis nanométricas en una sola oración. Por suerte esta vez mi viejo se puso de mi parte y me defendió.
Igual me hizo puré. Aunque yo lo racionalicé y me auto-expliqué lo que ya sabía: que en domingo no está Victor el pediatra de cabecera; que seguramente coy a caer en otra guardia hospitalaria como la de Monte, con medicos de tinta fresca en el diploma; que no se puede salir a las dos de la tarde con el sol aplanándote contra la ruta como si fueras una provoleta; que Ailén está en la playa jugando con las olas y construyendo fuertes rompeolas con las dos amigas nuevas que conoció; que en casa no iba a hacer nada muy diferente de lo que ya estaba haciendo en Monte. Pero igual me hizo puré. Porque sigue siendo el peso de su dedito acusador y de su mirada vigilante y de su ceño fruncido. Como de costumbre me hizo puré. Porque no importa QUÉ haga o CÓMO lo haga, siempresiempresiempre ella va a tener una opción mejor, una salida mejor, una contestación mejor. Otra vez me hizo puré. Porque aunque me repita como un mantra "se va al carajo, si nada le cae bien yo hago lo que se me canta las reales bolas y listo" yo voy a seguir esperando como una tonta ESE comentario halagador en donde por una vez, por una sola y puta vez, mi vieja me diga: "sí Mariana, está perfecto eso". Por eso, igual, como de costumbre, otra vez me hizo puré...
Bueno, parece que caí nuevamente en las garras de uno de esos posts larguíiiiiiisimos y catárticos. Sepan disculpar.
Por lo pronto, ni bien llegamos a casa llamé al pediatra que nos va a atender hoy a las 17 y por consejo suyo le dí una dosis de paracetamol. En una hora y media la fiebre le bajó de 38,7ºC a 37,1ºC. Ya está de mejor humor, le dio hambre y hasta me pidió de ir al patio a jugar con las perras.
Parece que va mejorando el asunto de la temperatura. Tanto la fisiológica como la anímica.
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