Imposible contar toooooooooodo un fin de semana como el pasado en un solo post.
Un fin de semana donde hubo pilas y pilas de risas, de emociones, de tener todo el cariño y la ternura ahí, en la punta de los dedos y la piel.
Un fin de semana con sol, con agua, con playa, con peces, con amigos, con encuentros inesperados y deseados, con medusas y estrellas, con el placer de jugar por jugar, con anémonas, con la libertad de ser sin que te importe un cuerno tu imagen porque lo importante está adentro.
Un fin de semana en el que conocí a las personas facinantes que se escondían atrás de una coraza de neoprene, atrás de unos 16 años inquietos y ruidosos, atrás de un ceño fruncido y estricto, atrás de unos mates amargos en la madrugada, atrás de un blog, atrás de un plato gigante de ravioles.
Un fin de semana en el que sé que sorprendí a más de uno, porque superé mis propios miedos, porque me aguanté el esfuerzo físico, porque laburé como uno más cargando tubos, lavando los equipos y subiendo y bajando cosas del camión.
Un fin de semana del que me quedó un rollo de fotos, dos kilos menos, un moretón en la pierna, la piel dorada de sol y felicidad, un encuentro lleno de abrazos con Silvia, la autoestima en las nubes, el saborcito del cordero patagónico todavía durmiendo en mi lengua y una sonrisa tan pero tan grande que se tendrá que esmerar la vida para borrarmela.
Perdón por lo que vendrá, yo sé que me transformaré en un plomo inaguantable contando anécdotas y sensaciones y fotos de Puerto Madryn, pero tendrán que tenerme paciencia.
toy re feliz, se nota?
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