Lo más divertido:
tocar las anémonas con el dedo y ver como se esconden en sí mismas.
la velocidad del lobito para cruzar delante nuestro cuando rodeábamos el Folías
la cantidad de sonrisas, miradas y amores adolecentes que encontré creciendo.
mirar los salmones tirar besitos, ponerles el dedo y ver como se acercan a picotearte
esa madrugada de sábado que con mate amargo escuché a un señor relatar sus experiencias en la Antártida
las cómicas situaciones que se armaban alrededor de la "sacada del traje húmedo"
la mirada de desconcierto de C. cuando le dijeron: "vos hoy no bajás, porque anoche te pusiste en pedo"
colgarme del Zodiac y que nos lleven casi hasta la costa como si fueramos marines sacados de una peli.
la sonrisa de satisfacción de C. cuando sobre el final de la tarde le tiraron el traje y le dijeron "preparate para bajar"
caerme de rodillas en la playa con todo el equipo puesto y no poder levantarme ni con ayuda de tres señores buzo fornidos
jugar al carnaval con la manguera de agua fría mientras lavábamos los equipos el domingo
mirar a una persona a la que se conocían solamente las letras y pensar: "sí, es ella" y sentirme absolutamente cómoda.
conseguir una remera igual igual igual a la de J., uno de los instructores y que fuera la última.
dormir en el colectivo y no babearme
haber ido, haber logrado matar ese miedo y seguir sintiendo aún hoy el abrazo del agua en toda mi piel.
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