Seguís sin entender nada. Me di cuenta el otro día cuando me enojé.
Suponete que sí, que sea cierto, que no sean solo ambigüedades (y dale) que me/te queman la cabeza, juguemos a que de verdad tienen ESA intención escondida y hagamos de cuenta que realmente existe ESO que obviamente ni bajo tortura admitiría. Porque yo me hago la sorda y la ciega, pero no lo soy (nonono). Y aunque me haga la inocente, también deslizo venenitos escondidos mientras abro apenas mirillas y postigos (sísísí).
Lo que seguramente no entenderías es que el placer de esto no está en la concreción de la promesa encriptada. No. Para nada. No señor. El placer de esto es justamente jugar con la existencia de esa posibilidad, es este histeriqueo consciente y asumido (al menos por parte mía).
Por eso, yo me enojo cuando ciertos límites se cruzan y cuando ciertas palabras que NO DEBEN ser mencionadas saltan al aire. Porque en esos momentos me doy cuenta que todavía no captaste cuáles son las reglas de este jueguito (que sí, en cierta forma es perverso) y lo que es peor, todavía no te diste cuenta de cuál es el juego que estamos jugando.
1 comentario:
lo que pasa es que te da bronca cuando vos haces tu juego y el otro como vos decis no capta la idea. te da bronca, entiendo.
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