Querida Melisa:
Espero que entiendas mi letra, y que puedas descifrar lo que quiero decirte entre los manchones de tinta. Si digo que fueron lágrimas sonaré cursi, y ya no me importa. ¿Por qué? Después de haber caído tan bajo, no me preocuparán unas lágrimas en un papel.
Las lágrimas significan que te amo, aún te amo, y como te lo he dicho más de un vez, creo que siempre te amaré.
Pero esta vez quiero poner el punto final, el real. No quiero abrir la puerta, y no la abriré. No quiero verte, y no lo haré. Si llegamos a cruzarnos, por mi bien (ya no puedo hablar en plural) te ignoraré.
Necesito alejarme de lo que me hace mal, y en este momento vos me hacés mal.
Quizá fui yo la que jugó con demasiado fuego, y no lo pude manejar. Pero ahora quiero hielo por todo mi cuerpo.
Te agradezco el haber estado en mi vida, haber podido compartir la tuya. Quiero retener los buenos momentos y aquellos no tan buenos en donde crecimos. Ahora creo, siento, que no estamos creciendo (ves, me salió el plural). Yo no crezco, y no me siento madura.
Y creo que ya a los 42 debo intentar otra cosa con mi vida, con mis sentimientos.
El piercing en mi pezón me recuerda lo pendeja que fui, y la locura con que te amé.
Quiero, si puedes, que me recuerdes bien.
Necesito un poco de paz, y hasta te diría menos ejercicio físico, y si vuelvo a hacerlo, que sea solamente de a dos.
Dulce, te dejo, no quiero hacer una carta muy extensa. Han sido meses muy movidos, muy emotivos.
Te quiero, sé que no te olvidaré.
Tuya, Elvira
Elvira P.
la lesbiana argentina
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