jueves, 15 de febrero de 2007

valentino

Cada amanecer yo te soñaba. Iba ilusionado a esa suerte de oficio convertido en un trabajo, sin que imaginara alguna vez que marcaría el rumbo de mi vida, y mientras siempre te aguardaba, conquistaba aquellas calles cerradas en donde la gente se detenía sólo por un rato, a no ser para mirarme, esperando que de mí surgieran esos reflejos propios de una realidad que sin duda alguna no era la mía.

Mientras mi rostro se multiplicba en infinitas expresiones, yo sabría cuándo tú regresarías, aun antes de volver a verte, por ese aroma inconfundibe que enaltece tu presencia, tan dulce, tan hermosa, tan cálida, tan femenina, tan simplemente tuya.

Sonaba un bandoneón de un amigo transeúnte como yo, y uníamos nuestras aptitudes para enseñarle al mundo qué era lo que nos motivaba a permanecer allí, delante de personas que esperaban algo de nosotros. Él recitaba mi perpetuo desconsuelo y yo interpretaba ese destino inevitable, a saber, el de tu ausencia.

Deseaba que volvieras a detenerte como aquellas veces de eterna primavera, cabello suelto y labios apenas pintados de un rosa tierno y pulcro, y que tus manos de piel suave introdujeran en el gorro que solía usar mi abuelo no ya la frialdad de unas monedas, sino aquellas cálidas palabras alentando al encuentro necesario del amor, ése que no supe ofrecerte vaya a saber por qué razón del corazón que mi alma jamás ha logrado comprender.

Te ofrezco mi flor, te doy mi corazón.

Y sin embargo, la vida nos volvió a juntar. Yo tenía la secreta certeza de que así sería. Porque aquella última vez fue diferente. Estabas entre esa multitud, haciéndote un lugar como podías. Me miraste como yo a tí, esperanzados y con la firme convicción de que no postergaríamos lo que tanto habíamos anhelado en nuestros silencios más impotentes y profundos.

Fue entonces cuando, en pleno escenario popular, extraje la flor que más te había gustado para regalártela con todo mi amor. Llorabas tanto como yo. Escuché que me decías al oído:

"Te sigo aunque no te des cuenta. Te espero aunque ya ni lo sepas. Te busco en cada rincón de mi alma. Te encuentro como aquel primer día".

Nos dimos paso entre esas personas que absortas nos miraban. Y por primera vez en mi vida, sentía que muchos anhelaban protagonizar una tan linda aventura como la que nos había unido. Feliz Día de San Valentino, gente enamorada...

Adrianófanes
Cortina de humo

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