Hoy es 14 de febrero, y es el día de San Valentín, de los enamorados, del amor, de los cupidos, los chocolates, las flores y toda la melcocha característica de esta fecha… Como todos los años, esta fecha no la celebraré porque por lo general nunca hay donde ir, todos los locales están full y por último, me empalaga tanta publicidad al respecto… Anti romántica???, no se, no lo creo, en todo caso prefiero celebrar el amor en fechas más personales, como aniversarios por ejemplo, que salir a la calle un 14 de febrero y mezclarme entre las cuchucientas mil parejas que ese día salen a gritarse que se aman y que están enamoradísimos el uno del otro… Gracias, paso, yo también estoy enamorada pero no me nace hacer tanta alharaca en una fecha que no me trae ningún recuerdo especial y que siento como una imposición del calendario…
Bueno, empecé un poco ácida, así que en vez de celebrar, haré una reflexión alusiva a la fecha que nunca está demás… Por lo general este día se centra en las mariposas y pajaritos que sienten las parejas de enamorados que recién empiezan una relación, la ilusión, la novedad, y todas esas sensaciones maravillosas que se experimentan al comienzo… Pero pocos se ponen a pensar que es lo que viene después de toda esa explosión de sentimientos inicial… sobre todo si se habla de matrimonio. A veces es muy difícil mantener la ilusión y el romance cuando a tu pareja ya la conoces perfectamente y el factor novedad hace tiempo que dejó de ser un plus para avivar la pasión en una relación…
Podría filosofar mucho al respecto, y de hecho pensaba hacerlo, pero el domingo encontré un artículo en la revista Mujer, que creo que lo explica perfectamente. Se trata de una carta que escribe una tal Magdalena a su esposo Andrés, y les confieso que a leer el artículo no pude evitar que los ojos se me pusieran húmedos en el colmo de la cursilería…. Es que en algunas partes sentí que la autora de esta carta bien podría ser yo… Acá la transcribo:
Andrés:
Te parecerá una tontera, pero creo que hoy es un buen día para decirte que te quiero mucho. Sí, te lo digo así de abrupto y sin preámbulos, porque después de tantos años juntos, para qué perder más tiempo. ¿Lo sabes, no es verdad?, ¿O hay veces en las que tienes dudas y el tiempo nos ha distanciado?
Una vez escuché que el pololeo es como una gran cuenta de ahorro en la que las parejas guardan reservas para el futuro. Luego viene el matrimonio donde el fondo acumulado pasa a ser un elemento de vital importancia para perseverar en una empresa tan, pero tan difícil como es la convivencia. Entonces, en los momentos de “vacas flacas” – conformados por crisis, desencuentros , desamor e imposibilidad de entendimiento – uno se dedica a girar a cuenta de esos ahorros acumulados durante el período inicial de feliz romance. Así, los momentos malos van gastando, mientras los buenos siguen abonando. De esta forma, para que la ecuación sea exitosa, no hay más ciencia que preocuparse de ahorrar mucho, mucho, porque en ocasiones los giros pueden ser por montos extremadamente elevados. ¿Cómo está nuestro saldo Andrés? ¿En cuánto van nuestros ahorros?
No hay duda de que el ahorro de pololos fue grande. Durante cinco años vivimos momentos maravillosos y entretenidos; éramos casi niños y poco a poco fuimos creciendo juntos. Imposible olvidar esa energía vital del primer tiempo y esa mirada dulce y enamorada que nos hacía sentirnos únicos e inmensamente queridos: tú por mi y yo por ti. El resto no importaba: nos teníamos el uno al otro y eso parecía ser eternamente suficiente.
Decidimos casarnos. Era el paso natural y lo que tanto habíamos esperado ¿Te acuerdas lo felices que fuimos esos primeros meses en el departamento que nos prestaban tus papás? Luego vinieron los hijos y nuestro matrimonio adquirió un sentido de vida y de prolongación muy especial. El nacimiento de cada uno, las noches en vela, sus pequeños logros, luego la entrada al colegio, las vacaciones, sus alegrías y sus penas. En el camino recorrido hemos formado una familia y niños que nos tienen muy orgullosos., pero ¿qué ha pasado con cada uno? ¿qué ha pasado con nosotros? ¿eres feliz?...
Shhh!, no me respondas. No interesa lo que diga tu cabeza. Quiero que escuches a tu corazón. ¿Con qué ojos me miras ahora? ¿todavía te parezco atractiva?¿aún son más mis cosas buenas que las malas? ¿me volverías a elegir?
Andrés, te conozco como nadie, te adivino, se lo que piensas y cómo actúas. Eres parte de mi historia y aunque hemos pasado momentos difíciles – peleas más, peleas menos – eres parte de mi piel y mi compañero de ruta. Por eso, hoy quiero aprovechar de renovar votos, decirte que te quiero y que con el tiempo he comprendido que es verdad que el amor comienza donde termina el enamoramiento.
…¿que cómo va nuestro saldo?... Uf! Lo más probable es que muchas veces andemos a pura línea de crédito, pero bueno, así es la vida. Lo importante es que hemos demostrado ser buenos clientes, así es que apenas las cosas anden bien, nos esforzaremos por recuperarnos.
Escrito por Magdalena Dolores
Publicado en la revista Mujer N°1270
Y eso, me conmovió… El amor es mucho más que peluches, flores, cena a la luz de las velas y serenatas románticas… esos son simplemente detalles, sino que lo digan los casados…
Ursula
mis aventuras y desventuras
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