viernes, 25 de abril de 2003

ambulancia

A las 12:15h llegué del trabajo como todos los viernes, encaré la camioneta a la subida del garage y miré por inercia a la esquina donde viven mis viejos. Y me pegué flor de cagazo, porque estaba la ambulancia estacionada.
Me bajé corriendo y entré como una tromba. Mi papá se apuró a calmarme. El médico y la enfermera la estaban revisando a mi mamá, que ya hace una semana que está con una gripe virósica muy fuerte. Hace un par de días la revisó un médico y le dió un calmante para el dolor de huesos y un jarabe para la tos. Pero después de eso vivía con náuseas y casi no comía. Hipoglucemias varias, vómitos y dolor persistente.
Éste médico le dio un medicamento para controlar las náuseas. Y que coma aunque no tenga hambre. Y que tome líquido aunque no tenga ganas. Y que si puede, se levante y camine un poquito. (((como si todo fuera tan fácil))) La enfermera le puso la inyección, el médico hizo una receta y yo me quedé un ratito y me vine a casa para vestir a Ailén y llevarla a la escuela.
Ahora ya pasó el susto, pero me queda grabada la mirada de cansancio y angustia de mi papá. Y pienso en la forma que tiene de cuidarla y protegerla. Aún a pesar de las broncas y de los malos tratos que recibe , a pesar de los gestos y las palabras con filo oxidado que mi vieja destila. A pesar de todo mi viejo sigue estando ahí para su esposa. Siempre. Sin fallar. ¿Será que eso es el amor después de 38 años?

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