Ayer en la sala de profesores casi le escupo un ojo al profe de matemática.
¡Cómo detesto a ese tipo!
No podés ser profesor y hablar tan, pero tan despectivamente de los alumnos.
La historia es así:
Llego a la escuela, tengo clases con los nenotes de 2º 1ª Polimodal (16 / 17 añitos, el equivalente a nuestro cuarto año de secundaria). Es un grupo chico, se llevan entre ellos bastante bien, no hay problemas desorbitantes de disciplina, son un poco conversadores, pero no demasiado (o será que la mayoría de mis cursos son ruidosos). Tenía el segundo bloque de horas, el primero fue con este buen señor T.
"Buen día chicos" "Buen día profe" "Saquen la carpeta y terminen la tarea que dejamos pendiente ayer" (el cuadro de las hormonas con sus tejidos diana, sus efectos y su origen). Me siento a llenar el libro de temas y veo por el costado del ojo a D.hipando y abriendo la carpeta. Me acerco para preguntarle y se le caen unas lágrimas gordas y silenciosas. La compañera de banco me explica: "Es que el de matemática le puso un parte (sanción diciplinaria equivalente a las viejas amonestaciones) por sentarse mal." "¿Por sentarse mal?" (a mí casi se me caen los ojos del asombro) "Sí, vea". Agarro el cuaderno de comunicaciones y leo que efectivamente le pusieron un parte por sentarse con la carpeta sobre las piernas y por negarse a deponer (?) su actitud frente a los reiterados pedidos del profesor (sic).
Saltaron todos a protestar sobre lo mal tipo que es este T., y que siempre los está gritando y retando, y que ellos ya no son chicos para que les diga cómo sentarse y que patatín y que patatán.
Yo sé que a veces soy liviana con ciertas actitudes, pero me justifico en que lo importante es que ellos consigan cambiar alguna estructura en su cabeza y que aunque sea una de sus tantas neuronas se sacuda un poco y aprenda. Por ejemplo: a veces (muchas veces) se les escapa una palabrota cuando hablan entre ellos. Si fue dicha en voz baja y no como una simple agresión, sino como parte de una charla (tipo: "che boludo apurate con ese microscopio de mierda que yo también quiero mirar, carajo") me hago la sorda. Si ya el tonito se puso áspero, los freno. Ellos a veces se ponen colorados, otras me miran con cara de fastidio pensando "otra vez con el tema del respeto y la convivencia, esta gorda plomo", dicen "disculpe profe" y listo.
Ahora bien, tomemos el caso D., ella es una alumna patilarga de 1,77m, que realmente queda encorvada y con las piernas enroscadas cuando se sienta "correctamente" en los viejos pupitres del Nacional. Evidentemente es más cómodo para ella sentarse de lado, cruzar las piernas y escribir con la carpeta en forma cruzada. Además D. tiene la carpeta muy prolija y completa, es inteligente, y no se la pasa papando moscas como otras cabezas de gorrión que sí se sientan derechitos y con el guardapolvo bien almidonado.
Timbre del recreo.
Sala de profesores.
T. ya estaba adentro cuando llegué. Se quejaba de 2º 4ª, que son unos desubicados, y que nunca prestan atención, y que la semana que viene ya les dije que les tomo prueba escrita, y que los voy a hacer pelota con la nota, a ver si así bajan un poco los humos, porque si otros profesores los dejan hacer lo que quieren después pasa esto...
Ese fue el momento exacto donde la venita me hizo ¡plop! y abrí la boca.
Le dije que en realidad no era que se los dejaba hacer lo que querían sino que no les imponía de manera autoritaria y sin ningún justificativo por ejemplo, una forma de sentarse sin tener en cuenta las verdaderas necesidad físicas de los chicos, que en realidad era sospechoso escucharlo a él vivir quejándose de todos, absolutamente todos sus alumnos, sin importar de que curso, de qué edad y de qué escuela fueran, que al menos a mí me sonaba un poquito raro eso de que todo el alumnado de la ciudad se confabulara para estar a contramano de su persona, y que me daba mucha pena (aunque la palabra que tendría que haber usado era "asco") que tuviera que padecer en un trabajo que evidentemente no le gustaba demasiado, porque otra explicación no le encuentraba a esa actitud de despreciar en todo momento las conductas de los chicos, sin haberlo oído rescatar ni una sola vez algo positivo que le hubiera ocurrido en clase...
Sonó el timbre de fin del recreo.
Yo estaba con los pelos de punta, T. quedó mudo y creo que si ni hubiera sido yo una mujer me hibiera pegado una piña, el resto de los profes miraban a uno y a otro sin parpadear y finalmente la buena de A. me rescató del brazo diciendome "vení que te quiero preguntar unas cosas del proyecto de compensación".
End of the story:
A la salida tuve algunos gestos cómplices y palabras sotto voce del tipo "ya era hora que alguien le dijera lo que se merece" de parte de los profes que habían presenciado la escena. Al mediodía el teléfono de casa me sonó un par de veces con gente que de alguna manera misteriosa ("me lo contó un pajarito", me dijo L.) se había enterado y lo comentaba como una anécdota graciosa que les hubiera gustado presenciar (¿será por solidaridad o por puro morbo?). Así que encima hoy seguramente voy a tener que bancarme cargadas, cosejos, recriminaciones y por supuesto críticas a mis espaldas.
La verdad es que estoy aliviada de haberme sacado la piedra del zapato, pero enojada conmigo misma por mi constante falta de tacto. Mirá si no le podría haber dicho lo mismo pero de manera más diplomática...
Y no.
No se lo podría haber dicho de mejor manera.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario