lunes, 12 de mayo de 2008

La mayoría de las mañanas, desearía que el lapso de tiempo entre ser feliz y volverlo a ser desapareciera, aunque eso implicara pasar de puntillas sobre el resto de mis días. Deseo un sábado repetido hasta el infinito, con el liderazgo absoluto de ese segundo en el que las miradas se encajan en su molde ideal y me convierto en una sonrisa gigante con tacones y bolso. Un instante perfecto de bienvenida a mi vida en el que soy toda piel y su voz, su tacto y su olor me recuerdan (de repente, con un estallido de fuegos artificiales) por qué quiero a ese hombre hasta la locura más loca.

Malenita
Tormentas Paradigmáticas

1 comentario:

ADN dijo...

el oler de la piel evoca siempre recuerdos y deseos.
Saludos