Le daba miedo amar, desde pequeña guardaba todo en un frasco y en las noches los enterraba en el jardín. Con la pala de mezcla para el cemento quitaba las plantas desde la raíz, luego hacía el hueco más hondo, “lo más cercano al infierno para que les haga hervir” se decía. Ella vivía feliz, feliz pero ausente, hueca como los frascos de cristal en los que se enterraba por pedazos. Porque eso era ella, todo eso que sepultaba era.
Una noche sin estrellas, sin brisa ni viento cavó tan hondo que llegó al infierno, incluso casi se pasa y atraviesa la Tierra. Pero estaba ahí, en el infierno. Sí, sí existe el infierno; ella lo comprobó. El demonio vivía peor de atormentado con tantos sentimientos en su reino, incluso algunos se había apropiado de él. Harían algo, él le devolvería cada frasco para que en vez de hacerlos hervir pudieran levitar entre los cielos... ahora también levita ella.
maría llorona
princesa
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