Anoche en la pileta uno de los muchachos (futuro profe de educación física) se calzó los gogles (no confundir con Google) y salió a nadar. Hasta aquí nada del otro mundo. Pero resultó que en lugar de salir con toda la energía a hacer piletas sin respiro, nadaba con bastante inseguridad, se desviaba bastante de la línea e incluso llegó a darse un frentazo terrible contra la pared. Yo miré a R., el profe, con cara de signo de interrogación y él me dijo sonriendo misterioso pedile que te explique
Resultó ser que este año tiene que cursar una materia acerca del trabajo con discapacitados (motores y neurológicos) y parte de la residencia la tiene que hacer en una escuela "especial". A él le tocó un grupo de ciegos y como le gusta tanto nadar pensó en armar un proyecto con juegos en el agua. Claro, me dijo con gotitas colgando de las pestañas, que primero quería vivenciar qué se siente estando en el agua sin ver. así que pintó de negro los gogles y se largó a la pileta en una oscuridad total.
La mirada de satisfacción, la sonrisa que le desbordaba el pecho y la pila que tenía este chico mientras me contaba sus ideas son indescriptibles. Yo lo escuchaba y lo miraba entre facinada y envidiosa. Porque realmente la energía y la esperanza de este muchachito de veinte comparada con mi cicismo y mi acidez a los treinta no tienen punto de comparación.
Lo que no me aguanté fue la tentación y le pedí prestados los gogles. Fue una experiencia A-LU-CI-NAN-TE. El sonido de mis manos golpeando el agua, sentir que alguien pasa nadando cerca tuyo por la forma en que se mueve el agua, el olor penetrante del cloro, el miedo (sí, me dio miedo) de sentir de golpe que abajo tuyo no hay más piso y que cuando estirás la mano la pared no está donde vos la habías dejado, la desorientación espacial. La verdad, fue... intenso. Creo que esa es la palabra que busco. Intenso.
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