El domingo fuimos al Circo Hnos. SERVIAN.
Función de las 18:00. Lleno, llenísimo de gente.
La función fue bastante divertida.
Tenía todo lo previsible y nada despampanante. A saber:
--> Un presentador con levitón y voz gruesa al que se le entendía la mitad de las cosas.
--> Un enano que no sólo era payaso sino también trapecista (un capo el tipo).
--> Una familia de acróbatas: papá que revoleaba a los dos hijos por el aire con la fuerza de sus pies mientras mamá señalaba sonriente y alcanzaba los elementos necesarios.
--> Tres payasos que bailaban, se caían y hacían (justamente) payasadas entre acto y acto. Por supuesto no faltaron los números tradicionales en que un payaso corre al otro entre medio del público con un balde en el que se sospecha hay agua pero que resulta tener papel picado, o aquel de la pelea de box con esos guantes planos tan cómicos.
--> Un mago que partió al medio a la asistente, desapareció con una moto y apareció con otra al final del pasillo, transformó dos señoritas pulposas y llenas de purpurina en un perro lanudo (mejor no teorizar al respecto) y se batió a capa y espada con un enmascarado que envolvió en una tela roja y que desapareció "como por arte de magia".
-->Cuatro caballos que bailaban el vals y dejaron el escenario lleno de bostines (qué olorete, mamita).
--> Un intermedio para armar la jaula de la fieras y de paso aprovechar para venderte: la fotito de la familia en un visor con lupa (mi vieja todavía tiene algunos guardados de cuando yo era chica), varitas fosforecentes, globos laaaaargos e incómodos, títeres payasitos, pelotitas con elástico, pochoclo, gaseosa, panchos, algodón de azúcar, golosinas diversas (y todo por un poco más de medio peso).
-->Tres leonas que rugían y caminaban sobre un par de sogas.
--> Un tigre que saltaba el aro de fuego y otro que abría la bocota para que uno mirara con desconfianza los alambrecitos de la jaula.
--> Un chimpancé canoso en traje verde que andaba en motoneta.
-->Trapecistas que saltaban de hamaca en hamaca y que se llamaban algo así como las Águilas Valientes. Imposible que faltara el número ("sumamente peligroso así que rogamos al público permanecer en silencio para no desconcentrar al artista") del doble salto mortal. Y tampoco podía fallar que cuando iban a hacer el número de intercambio en el aire uno de ellos se cayera a la red, pusiera cara de "puta, que cagada, me torcí el tobillo pero igual soy valiente y subo de vuelta a intentarlo" ("señores, vean el orgullo del artista que no quiere defraudar a su público, por favor, un generoso aplauso")
--> Un número final donde desfilan todos los artistas con canción y mensajito acerca de la esperanza y la alegría incluído.
Una ya está grande y ha ido a más de un circo. Insisto, no tenía nada que fuera ¡OOOOOOOH, QUÉ MARAVILLA!
Pero Ailén y Lihuel brillaban de diversión. Ailén facinada con los acróbatas y los trapecistas, y Lihuel con la sorpresa dibujada cuando vio que los pies de la chica quedaban por un lado, mientras que por el otro seguía sonriendo y saludando la cabeza. Aunque en general todos brillaban, chicos y grandes.
Me gusta el circo. A veces no tanto por lo que se ve en la pista como por lo que se ve entre el público. No hay nada más facinante que distraerse un poco del escenario y mirar las caras de la gente que está alrededor. Los ojos como platos, la cara de diversión pura y simple. Como si el señor aquel de barba de pronto tuviera la misma edad que el nieto. O como si esa señora toda elegante volviera a ser una nena de trenzas. O como si ese muchachote de treinta se derritiera en el tiempo junto con el algodón de azúcar. O como si yo volviera a tener diez años y temblara de miedo con cada salto del acróbata.
Sí. Definitivamente me gusta el circo.
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