Ella camina de espaldas por la vereda desierta.
Él la mira disfrutar del primer resplandor de la mañana.
Buscan una panadería abierta mientras desandan el recorrido hecho con X. a rastras.
Ella habla con voz de sueño.
Él la escucha con las orejas sonriendo.
La borrachera de X. los salvó de un insípido "hasta la próxima" en la esquina del bar.
Ella deja salir las mariposas de los buzones.
Él lee sus palabras en el aire, como si salieran de globitos de historieta.
En realidad fue idea de ella no dejar que X. caminara hasta su casa en la madrugada azul.
Ella escribe con tipografía celeste sobre un fondo naranja.
Él tiene que adivinar lo que oculta bajo los subrayados de puntitos.
Hasta tuvo la delicadeza de sostener la cabeza de X. mientras vomitaba una noche llena de caras, unos y ceros.
Ella había sonreido y conversado un poco con cada uno en el bar.
Él había contenido la respiración mientras el mozo le indicaba cuál era la mesa de la reunión.
El beso llegó sin preguntar en la puerta de la panadería "Freire".
Ella elige carasucias con mucho azúcar negro.
Él prefiere las medialunas de manteca.
Desayunan sentados en la plaza mientras la ciudad ruge un día distinto.
Ella encuentra una hormiga en su camisa.
Él sacude la soledad disuelta.
Cuando se dicen "hasta la próxima" en la esquina del bar ya les duele demasiado la piel.
Ella sube al taxi.
Él también.
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