Te miro, no sos mi tipo. Demasiado correcta, un aspecto de niña aplicada, vestido veraniego de color discreto, a mi me gustan mas las chicas malas.
Te miro de nuevo, mas a fondo, debajo de esa fachada perfecta hay un dejo de tormentas ingobernables que, debo admitirlo, es magnético.
Te miro y -ahora si- me gustás.
Te oigo, me encantás.
Fascinado, me dejo llevar por mi parte imprudente y -sin medir riesgos ni hacer control de daños- fluyo hacia vos. (al fin y al cabo hombre)
Te busco, te encuentro, cerca tuyo trato de encandilarte.
Te hablo y reís. Te provoco y juego con tu deseo, te seduzco, te derrito lento, te envuelvo y te poseo.
Tu respuesta es letal (al fin y al cabo mujer) y sin saber como despierto enredado en vos -en vos-.
Recuerdo la noche y respiro la mañana.
Te toco y temblás. Te arranco suspiros, gemidos y palabras tempestuosas susurradas -entrecortadas- en mi oído.
Vivimos, gozamos, vibramos.
Morimos y -despacio, muy despacio- revivimos.
Distintos, ya no somos los mismos.
Caracol
el blog del caracol
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